El AOVE, la paradoja del algoritmo NutriScore
El sistema NutriScore es el nuevo sistema de etiquetado frontal dirigido a caracterizar la calidad nutricional de los alimentos. Para ello hace una evaluación global del producto en relación al contenido nutricional y sintetiza con un solo símbolo la calidad nutricional del producto.
Este sistema se basa en la atribución de puntos en función de la composición nutricional por 100 g o 100 ml del producto. Se tiene en cuenta el contenido de los nutrientes considerados como “desfavorables” o críticos desde el punto de vista nutricional, a los cuales se le atribuyen una puntuación de 0 a 10 puntos según su contenido en kilocalorías, azúcares simples, ácidos grasos saturados y sodio. Por otra parte, se tienen en cuenta los nutrientes o ingredientes considerados como “favorables” (proteínas, fibra dietética y porcentaje de frutas, verduras, leguminosas, frutos oleaginosos y aceites de oliva, nuez y colza) a los que se les asignan una puntuación de 0 a 5 puntos según su contenido.
Con estos y otros atributos el algoritmo que gobierna NutriScore asigna una calidad nutricional al alimento.
Podemos discutir la conveniencia de los distintos parámetros que gestiona el algoritmo (como considerar el aceite de colza igual de favorable que el aceite de oliva, o no diferenciar entre las distintas categorías de aceite de oliva a la hora de valorar sus beneficios para la salud), pero no es nuestro objetivo.
Resulta paradójico que, un producto considerado como favorable por el algoritmo, reciba una valoración global desfavorable. Estamos hablando del aceite de oliva clasificado con la letra D por NutriScore.
Nada justifica esta calificación, ni los hábitos de consumo (nadie toma medio litro de aceite al día) ni los estudios científicos, ni tan siquiera la legislación europea. Os recordamos que el aceite de oliva, sus polifenoles, es el único alimento incluido dentro del reglamento 432/2012 de la UE, que establece una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos.
Todo consumidor debería conocer la pirámide nutricional (o pirámide de la dieta mediterránea) y así no habría lugar a errores. Si es fresco y lo consumimos en su justa medida, es sano.
Los algoritmos incluyen factores de corrección para adecuarse a las excepciones que puedan presentar las reglas que gobiernan su funcionamiento. ¿Por qué no se han aplicado en el caso del NutriScore?
Podemos divagar diciendo que la industria alimentaria ha extendido sus redes para contaminar el algoritmo NutriScore, y así hacer percibir a los consumidores que productos procesados y ultraprocesados son sanos para su organismo. Pero no vamos a ser mal pensados. Supondremos que es un error del algoritmo y que nada tienen que ver manos negras.
Para sustentar la teoría del error involuntario, os presentamos un error del algoritmo más utilizado en el mundo: Google.
Todos sabemos lo que es una mujer feliz y tenemos una imagen nítida del concepto en nuestro cerebro. Vamos a hacer una búsqueda en Google (en inglés) para ver que es para el algoritmo una mujer feliz en función de su raza.
¿Coincide la imagen de Google con la que has formado en tu cerebro? ¿Y con la realidad?
Queda demostrado que los algoritmos se equivocan. Lo que es preocupante es que se equivoquen en cosas fundamentales como el AOVE o la felicidad.
Nuestro consejo es que hagáis caso al sentido común y que dejemos los algoritmos para otras cosas.